Esta Navidad, me pondré mi máscara de oxígeno primero…
Hoy inicia oficialmente la cuenta regresiva para Navidad. Ese momento mágico y especial, donde las familias se unen bajo un mismo techo a celebrar el nacimiento del niño Jesús. Recordarnos el verdadero significado de la navidad es hablar de paz, unión, humildad, amor incondicional. Pero la realidad es que para muchas personas las navidad no es más que una pesadilla. Pues les obliga a estar encerrados bajo un mismo techo junto a personas que les causan dolor, ansiedad, y detonan una serie de sentimientos y recuerdos de infancias tristes y traumáticas. Para muchas personas las fiestas de navidad son campos minados de sentimientos.
Yo no puedo ni quiero entrar en detalles de cómo fue mi infancia, pues contar mi historia en este momento no haría más que detonar múltiples situaciones para las que no estoy lista, y no quiero enfrentar. Tampoco quiero herir a nadie diciendo mi verdad. Mi versión de los hechos. Lo hecho, hecho está.
Pero ahora, a mis 38 años, momento en el que soy madre de dos hermosos, maravillosos e inocentes niños, y después de enfrentarme en los últimos tiempos a tantas situaciones que me causan estrés, tristeza, ansiedad, algunas que me han marcado para toda la vida, tengo la intención clara de crear para mis hijos momentos mágicos, recuerdos felices que atesorarán toda la vida, esos recuerdos que yo quisiera tener para contar. Quiero planificar t disfrutar con ellos cenas llenas de armonía, cumpleaños felices, jugar con ellos, visitar lugares nuevos y tratar de ser feliz, para contagiarlos a ellos de esa felicidad. Sueño con escucharlos ya de adultos contar sus anécdotas de cuando eran niños.
Pero, después de 38 años, puedo contarles que muchas fiestas se reducen a tolerancia. Tolerancia porque no quieres herir a tus seres queridos, a esos que llevan tu sangre. No quieres decirles que su comportamiento te hace daño, no quieres hacerles sentir incomodos aun cuando ellos te hacen sentir incomodo a ti.
Pero, después de 38 años también puedo contarles que estoy aprendiendo a decir que NO, cuando eso que el otro me pide, me afecta de algún modo, o peor aún, afecta a mis hijos. Yo soy fiera, soy una mama fiera, y no pretendo permitir que nadie arruine a propósito o sin querer los recuerdos que con tanto amor y esfuerzo estoy tratando de tejer para mis hijos. No pienso permitir que mochila emocional de los demás, su carga, y su salud mental arruine la de mis hijos. No pienso permitir que nadie le meta piedras a sus mochilas. No.
Dicen en mi pueblo que amor no quita conocimiento. Esto no es un tema de no amar a tu familia e incluso a algunos amigos, es un tema de poner primero tu salud mental y de esas personitas que dependen de ti al 100%, antes de ocuparte de la salud mental de otro adulto. Es un tema de colocarte tu mascarilla de oxígeno primero, antes de correr a socorrer a los demás. Aprender a identificar cuales situaciones te afectan, y siempre que se pueda evitarlas. Poner límites le llaman los expertos.
A veces comerse las 12 uvas solo da más felicidad que sentirse solo en un espacio lleno de gente. En fin, yo elijo la paz. Yo elijo mi paz. Elijo la paz para mis hijos. Te invito que hagas lo mismo.
Al final la vida es solamente una (hasta que se demuestre lo contrario), y yo planeo vivir lo que me queda en la tierra eligiendo ser feliz, a pesar de todo, y educar a mis hijos con el ejemplo.
Nos vemos en la próxima, gracias por leerme.
Claudia Espinal V.