Cuando descubrí lo caro que es el tiempo…
Dicen por ahí que uno no valora las cosas hasta que sucede algún evento desafortunado que pone eso en riesgo o hace que lo pierdas. Puedo decirles que al menos en mi caso, eso es cierto.
Desde el día 8 de julio de 2019 mi vida se convirtió en una cuenta regresiva. Ese fue el día en que recibí el diagnostico de mi hijo Rodrigo con Distrofia Muscular de Duchenne. Desde ese día el tiempo comenzó a ser algo importante. Comencé a notar cómo había pasado tantos años desperdiciándolo, dejándolo pasar sin darle la importancia que merecía.
Comencé a sacar cálculos, a sumar y restar horas, minutos, segundos. No eran cálculos aleatorios, sino calculaba el tiempo que yo podía darme el lujo de dedicarle a mis hijos al final de cada día.
Les entro en contexto: Hasta hace unos pocos años, era empleada a tiempo completo, y trabajaba de 8:30am a 5pm en una institución publica. Me levantaba a las 5 am diariamente, para despertar un rato antes que mis hijos y poder tomar mi café tranquila, empacar los pedidos de ese día de mi negocio de artículos hechos a mano, y preparar sus desayunos y meriendas. Luego los despertaba y ahí comenzaba el caos y el estrés de salir y llegar a nuestros destinos a tiempo.
Salía de mi casa un poco antes de las 7am, con la finalidad de enfrentar la menor cantidad de tráfico en el trayecto. Luego de dejarlos en sus respectivos colegios, me iba a mi trabajo donde yo llegaba una hora antes de la hora de entrada oficial para poder encontrar un parqueo cerca de mi trabajo, y no exponerme a tener un encuentro no deseado con algún atracador mientras caminaba. Al llegar, despachaba con mi mensajero los envíos del día, e iniciaba mi jornada laboral.
Al medio día de nuevo volvía el caos, pues debía detenerme en dos colegios diferentes a recoger mis hijos, llevarlos a casa, asegurarme de que ambos almorzaran, alistarlos para sus clases de tarde y sus terapias, y yo regresar a mi trabajo para culminar mi jornada. De nuevo a las 5 de la tarde, volvía el caos, recoger a mis hijos de sus terapias y clases de tarde, y esperar al menos una hora de trafico para llegar nuevamente a la casa.
Y claro, al llegar, los tres cansados, venia el proceso de lucha para lograr que se bañen, que se laven los dientes, de pedirle a una madre completamente agotada que juegue con ellos, que demanden la atención de una madre extenuada por los compromisos del día a día. Para luego rogar que se duerman temprano para poder “descansar” antes de iniciar mi segunda jornada laboral: mi emprendimiento.
Cuando me senté a sacar las cuentas, le dedicaba a mis hijos, con suerte, poco menos de 3 horas al día. Y creo que ni podía llamarlas de calidad. Era el tiempo que dedicaba a bañarlos, preparar con ellos su cena, comer apresuradamente porque debíamos regresar a nuestras agendas de la tarde, y claro, una cena ligera. Finalmente leer un cuento, y a dormir. Al día siguiente, se repetía la historia.
Pero como les dije al inicio, uno no se da cuenta de lo que tiene, hasta que lo pierde. Así que cuando diagnosticaron a Rodrigo me di cuenta de lo valioso que es el tiempo. De entrada me dicen que el perdería la habilidad para caminar antes de sus 12 años. Me hablaron de su corta esperanza de vida, de lo que el sufriría, de lo que yo sufriría (y ya estoy sufriendo), de como uno va desplazando a los hermanos por cuidar de mi paciente, quien es mi hijo. Comencé a ver cada día que pasaba como una cuenta regresiva, donde cada día literalmente podía ser peor para el, para todos. Donde vería como sus días de felicidad se irían esfumando.
Y ya se que estas pensando, Claudia no puedes escribir eso en piedra, tienes que tener fe, el puede tener su milagro. Y si, estoy de acuerdo con todo eso, pero ese milagro aunque puede suceder, que Dios a través de la ciencia encuentre la cura de esta condición, que le roba los días a mi familia, puede que no suceda también; y yo le llamo a eso ser una creyente realista.
Entonces si yo, de entrada sabiendo todo esto, sigo en esta rutina, mis años productivos, sus años productivos se los estaré dedicando a beneficiar a otros, y no a mi familia. Y si, necesitamos el dinero (ahora mas que nunca, pues las terapias y gastos médicos están cada día mas caros), si, necesitamos tiempo de calidad para nosotras mismas como madres, y yo como cuidadora (hay que mantener la cordura después de todo), y si, también hay que socializar, dedicarle tiempo a tu pareja. Y si, tengo otra hija que también necesita atención y cuidado y tiempo.
Pero cada vez que recordaba esas dos horas y tantos minutos al día que tendría yo para disfrutar a mis hijos, para disfrutar los tiempos de felicidad, movilidad, independencia de ellos, y pensar todas las horas que dedicaba a trabajar para alguien mas, las horas que dedicaba parada en el trafico, cansada lidiando con situaciones, me entraba un pánico que no podía controlar. La vida es un instante, en un abrir y cerrar de ojos todo te cambia, todo puede mejorar o empeorar drásticamente. Hasta ese día, ese 8 de julio de 2019 yo vivía en piloto automático, existiendo, gastando (si, gastando) mis días.
Obvio, ese día yo no encontré mi propósito, ese día apenas podía respirar, y a casi 3 años de ese día a veces me descubro que aun no puedo respirar, pero al menos descubrí la forma de darme el GRAN LUJO de estar presente en la vida de mis hijos, en sus rutinas, en sus días de felicidad, en su educación. Puedo darme el lujo de generar ingresos desde casa, de poder trabajar a mi ritmo y enfocarme en las cosas que me apasionan mientras soy su madre, de capturar cada cambio en sus vidas, de como crecen, maduran, cometen errores, aprenden de mi directamente. Quizás no me haré rica con esto, quizás no es el ejemplo de éxito que todos conocíamos o creemos conocer, pero es mi definición de paz y felicidad.
Yo no controlo el tiempo que yo estaré en esta tierra, ni el tiempo en que estarán mis hijos. No puedo precisar si ni siquiera podré ver el día de mañana. Pero sí controlo el tiempo que yo le dedico a cada cosa, y yo quiero que cuando nosotros tres miremos hacia atrás, tengamos muchos hermosos recuerdos que compartir, recuerdos felices, aprendizajes, retos superados, muchas fotos, videos e historias que contar. Que mis hijos recuerden su infancia y puedan decir que fueron muy felices, y que su madre estuvo en cada día importante de sus vidas, apoyándolos, echándoles porras y siendo su mayor (y más ruidosa) fan. Yo quiero ser feliz mientras hago lo que amo y acompaño a mis traviesos hijos.
Recuerda que las cosas más importante en esta vida no son cosas; tómale muchas fotos a tus hijos, tómate fotos con ellos, duerme con ellos, disfruta tus niños, hagan actividades juntos, vean una película aunque tengas montones de platos sin fregar aun, crea hermosos recuerdos. Al final del día, lo que nos llevamos de esta tierra no son las cosas hermosas que podíamos comprar, sino lo vivido, lo gozado, y con quien pudimos disfrutar esos pequeños momentos que se quedaran para siempre plasmados en nuestra memoria.
Gracias por leerme, nos vemos en la próxima.